domingo, 1 de abril de 2007

Los peligros de la vida cotidiana

El ser humano viene con unos valores por defecto que no incluyen la posibilidad de ser modificados por el usuario, y uno de ellos es la incapacidad para reconocer situaciones de peligro.

El peligro acecha en cada esquina, cualquier situación inofensiva puede tornarse en milésimas de segundo en potencialmente peligrosa. No estamos a salvo en ningún sitio, hasta el punto de que el simple hecho de comer puede suponer un disgusto de grandes proporciones. Ya no me refiero a envenenamientos, atragantamientos o a simple engorde del personal por no mirar las calorias que incluyen en su dieta, sino a algo más inesperado por la naturaleza del objeto agresor. Una empanadilla. Si señores, una empanadilla te puede dar un disgusto, y bien gordo. Y tu piensas, ¿que demonios tienes que hacer para que una empanadilla pueda llegar a dañar tu cuerpo?

Bien, eso me pregunté yo cuando vi las secuelas que a mi hermana Pin Mendoza le causo uno de esos demoniacos trozos de masa rellenos. Ya no es relevante si la empanadilla era de atun o de cualquier otra cosa, pero parecia que la había rellenado el mismo Belcebú. Las secuelas de darle un bocado a una empanadilla fria por fuera, caliente por dentro fueron quemaduras con ampolla en labios, lengua y mano de la susodicha, que lejos de lanzar el contenido de tan terrorifico entrante, se lo paso a la mano para no ser descortés para con los demás participantes en la cena en la que se encontraba.

Al final nos llevaremos las manos a la cabeza cuando alguien muera por clavarse un Palote en el corazón. Estoy seguro de que no esta tan lejano ese día.

Por cierto, me comentan que las temidas armas biológicas que escondia Sadam Hussein en Irak y que con tanto ahinco buscaban Bush y sus secuaces, eran ciertamente empanadillas de enormes dimensiones. Ahora todo encaja y queda perfectamente justificada la intervención militar en Irak, ya no lo cuestionare nunca más.

Aqui Josemari cuando le dijeron que tenia razón

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